La soledad como una droga, te engaña de a poco y vuelve adicto,
destruyendo pasiones, corazones y metas.
A veces siento que me les uno y comienzo ahogarme, como esperando un milagro; esa persona que me rescate de lo profundo de este volcán. Pero la espera se hace eterna y decido salir de las arenas movedizas tan solo por propia voluntad...
Lástima que ella no baste para encontrarte, lástima que cuando creo haberte encontrado, tú, tú no me encuentras a mi... No ves en mi a quien te salvará de tu exhilio autoinflingido.
El destino parece jugar bromas y si soy yo, solo bastará seguir respirando. Y una vez más se aleja de mi educadamente el futuro que planee sin avisarte... Los párpados caen, mis oidos creen escucharte entre las olas de silencio. Trato de concentrarme y solo logro visualizarte a la par de que salinos sacos humedecen cada orilla de mi nariz, destruyendo el recuerdo de tu rostro inocente y cruel. Mis manos intentan parar el sangrado pero es imposible... No mientras estés presente.
Y aunque duele el no encontrarte o que me encuentres sin notarlo yo, aunque duele el habérnos quizás encontrado mutuamente y nos separe un trozo de tierra, él vuelve a la carga y se rie de mi descaradamente...
¿Una vez más habrá que cerrar compuertas? Esto se vuelve más frio cada vez y no sé hasta cuando podré mantener las bisagras dispuestas a girar. Es probable que no logre mantenerlas funcionando...
Quizás esta vez vengas tú a salvarme, entonces yo romperé distancias y abrazaré el destino que armamos entre los dos...
M.A. Laplagne - 21/08/2010